Es frecuente, y cada vez más, que
en un mismo espacio se de la convivencia de familias o grupos de personas pertenecientes
a diversas etnias o culturas. El paso de los años y la evolución del ser humano
como ser social ha dado pie a este fenómeno de concebir como algo frecuente la
emigración y el arraigo de otras culturas dentro de un espacio socio-cultural.
Por situarnos, debemos conocer
que la cultura hace referencia al “conjunto de valores, costumbres, creencias y
prácticas que constituyen la forma de vida de un grupo específico”. A ello le unimos tres características
básicas: la cultura es aprendida, es compartida, y está integrada.
De las relaciones en sí mismas que
se dan entre dos o más culturas diferentes que comparten un espacio
socio-cultural surge el concepto de interculturalidad,
que viene a referirse no a la existencia de culturas diferentes a secas, sino
al hecho de que exista interacción entre los sujetos sociales de esas culturas
diferentes. Esta distinción es muy importante.
Ante esa realidad, unimos el
hecho de que por normal general un colectivo mayoritario se erige en colectivo
dominante en un determinado espacio, y varios colectivos minoritarios reclaman
su derecho a la diferencia y a que la hegemonía cultural no acabe con sus
particularidades. Ello afecta a las necesidades básicas de vivienda, salud,
educación y empleo, así como a su capacidad de desenvolvimiento, de comprensión
y manejo de los códigos de la cultura mayoritaria.
Por ello se hace necesario el
fomento de la comunicación entre las personas pertenecientes a los diferentes
grupos culturales, no quedando mas remedio que trabajar en ese contacto y esas
relaciones. Se hace notable el desconocimiento
que tienen las personas sobre los colectivos culturales minoritarios:
desconocen sus mecanismos de funcionamiento, sus “reglas de oro” en cuanto a
comportamientos y relación.
A falta de respuesta profesional,
ese papel lo ha venido asumiendo la figura del mediador natural para dar una
respuesta espontánea a esta necesidad de interrelación. Su aportación se ha
considerado como válida para remediar carencias de muchos servicios públicos a
la hora de atender a personas de colectivos minoritarios. No obstante, la
mediación natural plantea muchas limitaciones: la escasa o nula formación en
mediación, la dificultad para mantenerse de forma imparcial o neutral ante un
conflicto planteado, así como la confidencialidad…
Deducimos en ese caso que los
conflictos no logran erradicarse con la intervención del mediador natural
debido a esas limitaciones, surgiendo así el concepto de mediación intercultural, que definimos como aquel “recurso
profesionalizado que pretende contribuir a una mejor comunicación, relación e
integración entre personas o grupos presentes en un territorio, ya sean
pertenecientes a una o a varias culturas”.
El nacimiento de la mediación
intercultural, de carácter reciente, nos trae beneficios como son el arraigo de
una cultura de gestión positiva de los conflictos, la promoción de la
comprensión y el respeto de las diferencias culturales, así como una mayor
cohesión social.
Y en un enclave social como el
nuestro, tan dañado últimamente, soluciones así son las que verdaderamente se
antojan imprescindibles y por las que hay que apostar para dirigirnos hacia una
sociedad donde prime el respeto y la comprensión a las diferencias culturales
que existen en los colectivos de personas que confluyen dentro de un mismo
espacio social.